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viernes, 10 de julio de 2009

F. J AMIEVA QUEDA ALGUNAS TARDES CON BEGOÑA ZABALA EN EL PISO DE GRAN VIA.

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Yo a tu padre lo quise todo lo que una mujer puede querer a un hombre. Para mi no ha habido nunca otro, ni en serio ni en broma, ni de ninguna manera. En cuanto lo vi supe que tenía algo especial, tan callado y con aquella mirada que parecía comprenderlo todo. Era tan guapo, tan bien plantado que me parecía un torero o un actor. Yo entonces estaba muy loca, las primeras palabras que le dije fueron: "Tu no lo sabes, pero nos hemos conocido en otra vida". Y él tan serio y a la vez con aquella sonrisa que te desarmaba: "Si quieres bailamos, pero ya tengo novia. Solo vengo por acompañar a éste".

Lo sabía, sabía que un chico como aquel tenía que estar cazado y que tenía que tener novia o mujer o lo que fuera con tal de no estar para mi. Yo me sentía el eslabón de una cadena de madres solteras que había empezado con mi madre, seguiría conmigo y terminaría vete a saber donde. Querrás creer que me parecía normal que fuese tan novio de tu madre, tan fiel a la palabra que había dado. Eso le hacía todavía más atractivo.

Tu padre se las arreglaba todos los días para sacar un par de mulas a beber a una fuente que había cerca del cuartel y yo le llevaba bocadillos de jamón y charlábamos. Me gustaba oír los planes que tenía, era tan listo y tenían tanto sentido las cosas que decía. Yo estaba decidida a esperarle el tiempo que hiciese falta. Conocía a los hombres mucho mejor que ninguna otra niña del colegio de las monjas. Menudas maestras tuve al otro lado de la ría, las que cosían para mi madre y hablaban y hablaban mientras cosían, y yo las escuchaba porque sabía que estaban hablando para mi. Fueron muchos años de escuchar y de reír. Que años más bonitos los de la infancia, para ser hija de madre soltera no estuvieron nada mal, y lo que aprendí, Dios mío. Siempre supe que no tendría que esperar mucho.

Mi padre, mientras tanto, se dedicaba a amargar la vida a mis hermanos, a sus hijos legítimos. Qué mal hablaba de ellos, Dios mío. En cambio a mi jamás me puso una mala cara. Lo cierto es que me quería porque jugaba conmigo y hablábamos todo lo que hacía falta hablar. Venía a casa cuando menos se le esperaba, jamás venía el día de Navidad, ni por los cumpleaños, ni en fechas señaladas, pero se presentaba cualquier día a cualquier hora. Total, le quedaba la casa a un paso del Banco. Cuando era muy niña jugaba con él a los caballitos, me sentaba en su pie y me lanzaba por el aire, me hacía cosquillas y yo me moría de risa. Sabía que era mi padre, aunque parecía mi abuelo. Tan alto, tan huesudo, tan elegante, con aquellos abrigos hechos a medida. Mi padre jugaba conmigo si venía y si no venía nadie le echaba en falta. Nadie hablaba de él cuando no estaba. Tampoco yo hablaba de él, siempre supe de qué se podía hablar y de qué no, y de papá no se podía hablar. Era sencillo y si lo aprendes desde pequeña te parece normal. Cuando era más mayor venía los sábados o los domingos y seguía jugando conmigo, me hacía cosquillas y me reía con él. Qué bien olía a colonias caras, nada que ver con la gente que entraba a la tienda. Era un gran señor, siempre de buen humor, siempre con ganas de bromear. "Tú tenías que haber sido chico", me decía, "tienes cara de lista, tienes cara de ser mucho más lista que los zoquetes que tengo en casa".

Mi madre, mientras tanto, no paraba de hablar y de muermear una letanía que mi padre ni escuchaba. Él jugaba conmigo y ella allí, como un disco rayado con la historia de que la mercería no era negocio, que sí podía dar para vivir, pero que no era negocio. Y coser para las modistas resulta que era menos negocio todavía, y que si patatín, y que si patatán. Y mi padre jugaba conmigo a hacerme cosquillas y a mi me encantaba, y mi madre venga hablar de lo que era negocio y de lo que no era negocio y de que habían salido no sé cuantas telas que no se podían lavar con agua y que había que poner una tintorería porque cada vez salían más telas que había que lavar en seco, y total, todos los vestidos que cosía tenía que mandarlos a limpiar fuera y que si esto y que si lo otro. Yo entonces no lo sabía, pero luego me di cuenta de que era una niña mimada y querida. Ya ves, esa es la realidad, mi padre me columpiaba en el pie y me tiraba por el aire mientras decía: "Hombre, hombre, hombre... a esta niña no le puede faltar de nada. Nunca le va a faltar de nada a esta niña... porque tiene una madre que está hecha una negocianta".

F.J Amieva repasaba lentamente con una cucharilla las paredes de la taza de chocolate y Begoña se sirvió más agua porque tenía la boca seca de tanto hablar. Qué mujer más excepcional, pensó, no me extraña que mi padre la quisiera tanto.

-Begoña, dijo F.J sin dejar de repasar la taza, y Begoña supo que F.J iba a pedirle algo. Lo quería como a un hijo y a los hijos se les suele conocer bien.

-Dime.

-El otro día me hablaste de una tal Sonia que se dedica a buscar mujeres para el servicio doméstico de los nuevos ricos.

-¿Necesitas alguna chica?

-No es eso, es que estoy haciendo un trabajo para la Universidad y necesito entrevistar a alguien que sepa cómo está el mundo de las criadas.

En la calle caía esa lluvia cansina que se adivina a la luz de las farolas y de los coches. El atasco en la Gran Vía era el habitual a aquellas horas. F.J apartó ligeramente una cortina y apreció el espectáculo de la ciudad que bullía. Begoña le dio un beso en la mejilla y le acercó un paraguas.

-Dile a Juan José que no sea tan arisco y que venga a verme, le prepararé rosquillas.

F. J abrazó a la mujer y le dio dos besos sinceros, de esos besos que se dan a alguien que quieres.

-El jueves que viene vengo con él. Tú llama a Sonia y dile que quiero quedar con ella, a ver qué día le viene bien.

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3 comentarios:

  1. Deberías escribir un serial para la TV. Me encantan estas historias

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  2. Gracias, Mercedes, por tus palabras de aliento y comprensión para con mi magna obra. No sabes lo que me animan tus comentarios en estos tiempos de zapaterismo y confusión.

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  3. Como este blog es muy formalito y todos los comentarios son sobre los hilos me permitiré el off-topic y la disgresión.

    Muchas gracias por tu comentario esta mañana en heterodoxias a propósito de la absurda eliminación de mi comentario; sin duda hay algo más que se nos escapa pero eso son problemas personales del señor García.

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