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sábado, 27 de junio de 2009

EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE CASILDA.

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Querido profesor:

Le escribo estas líneas forzada por un confuso montón de sentimientos incontenibles. Ya sé que no debería, ni tengo derecho a importunarle de esta manera. Perdóneme, perdóneme por favor por lo que voy a decirle.

Menos mal que ya no es usted mi profesor, ni probablemente vuelva a serlo nunca, porque de lo contrario alguien podía pensar que quiero influir en alguna nota final y no es eso. Es tan sencillo como que estoy enamorada de usted y no vivo, no como y no duermo sin que usted esté a todas horas ocupando mi pensamiento. Tenía que decírselo y no encuentro mejor forma de hacerlo que con esta carta, porque créame, cuando está usted cerca de mi apenas puedo sostenerme de pie y no acierto a expresarme verbalmente. Sin duda usted habrá pensado que soy tonta o tengo algún problema, y es cierto. La primera vez que se dirigió usted a mi para hacerme un comentario sin transcendencia estuve a punto de desmayarme.

Ya sé que este tipo de situaciones se dan, a veces, entre profesores y alumnos, y que obedece a la admiración reverencial que puede inspirar el maestro entre los que saben menos que él, y que rara vez se supera la prueba si se sigue adelante. Yo no quiero nada más que decirle lo que siento, que me abruma usted con su personalidad, sus conocimientos y su forma de expresar las ideas, su aspecto físico y su vida en general, en la que sueño con ser una anécdota. Me siento tan poquita cosa al lado de usted, o al lado de su mujer. La he visto alguna vez cuando viene a recogerle algún día que llueve. Qué guapa es, Dios mio.

Tengo que decírselo. Perdone mi cobardía por no decírselo de otra manera, pero si no se lo digo sé que me va a dar un mal depresivo o cosas peores. Sepa usted que soy virgen y me gustaría entregarme a usted como al primer hombre de mi vida. Los jóvenes de mi edad me parecen insoportables insustanciales a su lado, ya sé que terminaré con alguno de ellos, con el que espero llevar una vida convencional, pero mientras llega ese momento me gustaría ser toda suya, para lo que quiera usted de mi.

Sepa usted que prefiero morir antes de causarle el mínimo inconveniente, pero tengo que expresarle mis sentimientos. Lo que usted haga me parecerá bien, tanto si me dice algo como si me ignora. Yo le esperaré a usted todos los sábados tomando un cortado en una esquina del Café Iruña de las 19 a las 20 horas. A las ocho llegan mis amigas y vamos a cenar y a dar una vuelta por ahí. Cómo me gustaría darles plantón por un día.

Suya, Casilda.

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5 comentarios:

  1. Tampoco debia ser tan secreto cuando se enteró Chippewa.
    O acaso Chippewa era el profesor?
    Un saludo.

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  2. Chippewa...¿para cuándo la respuesta del profe?

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  3. Esta acabara encontrando lo que busca.

    ¡ Buscona, que es una buscona!

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  4. Mientras no acabe troceadita en el congelador del garaje del viejo profesor... pobrecica niña.

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  5. Estimado Niemand.

    En la séptima entrada del mes de Mayo, F.J Amieva habla con Casilda mientras ella le hace rayas con la uña en el pecho de lobo.

    Esto de no seguir un orden cronológico es algo complicado, al final haré un mapa donde se relacionarán todas las entradas unas con otras.

    Siento lo del reloj, pero ni siquiera encuentro donde está. Tengo que llamar a un conocido que arregla relojes para que ponga en hora el reloj del bló, yo le juro que no sé cómo se hace eso.

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