Contador web

jueves, 28 de mayo de 2009

F. J HABLA MIENTRAS CASILDA LE HACE RAYAS CON LA UÑA, MUY DESPACIO, EN EL PECHO DE LOBO.





A veces le digo a mi mujer: "Charo, ¿Cómo es posible que una hija de Arangoiti, de un barrio de obreros de esos que van a las manifestaciones con su barriga y su corta estatura, cómo es posible, Oh! Charo, que hayas salido con esas patas tan largas, esa melena, ese prodigioso tejido mamario y esa cara de chica Vogue que parece que viene de esquiar? Charo, a ti te cambiaron en la maternidad".

Cuando empezó a trabajar con nosotros mi padre hablaba mucho de ella, no hacía más que contarnos lo lista que era: "Hoy me ha dicho que tiene que salir a las cinco por las tardes, porque estudia Contabilidad en la Academia Almi. Hoy he escuchado la bronca que tenía con un cliente de su padre. Cuando termina y cuelga el teléfono me dice toda seria: Don Julio ¿A cuanto cree que está cobrando mi padre el metro cuadrado de pintura, pintura a parte? Me lo dice, le digo que es barato y salta: es que mi padre no se entera, no sé que voy a hacer con él. Ya veis, hijos, una mujer que tiene tiempo de atender a nuestra empresa , de preocuparse por la empresa de su propio padre, y ya veremos de cuantas cosas más".

Mi padre se hubiera alegrado de saber que yo iba a casarme con ella. "Es de nuestro estilo", habría dicho. Cuando ocurrió el accidente y tuvimos que ir con los abogados y Eduardo a la oficina yo estaba totalmente ido, iba flotando por los pasillos y solo podía verla a ella, cómo sacaba todos los papeles que le pedían, cómo sabía hasta el último detalle de las cuentas. Ella allí en medio de todos y yo mirándola como un bobo. Todavía estaba impresionado por el funeral, por los que habían venido llorando a decirme que eran amigos. "Yo no supe lo qué eran mil duros hasta que conocí a tu padre", me dijo alguien que no sabía ni quien era y debía ser verdad. Todos en ese plan.

Yo creía que ella estaba enamorada de mi hermano, porque mi hermano era un guaperas. Mi hermano y el pequeño de los Mallagaray han sido siempre muy guapos, en cambio, los mayores eramos más pasmaos y más vagos a la hora de la limpieza. Cuando mi padre nos llevaba a limpiar pisos siempre aparecía un guarda bastante borrachuzo que teníamos, el Lejía, y solía decir: "Sin novedad en la obra, don Julio". Mi padre nos daba unos rollos de estropajo gigantes, como no he vuelto a ver en la vida y J.J con el pequeño Mallagaray empezaban por una mano, y Mallagaray el mayor y yo íbamos por la otra. Acabábamos un piso y bajábamos al siguiente. Mi padre nos contaba algún cuento para que nos picáramos entre nosotros y los pequeños caían en la trampa como tontos, terminaban con las manos destrozadas de frotar. Pero qué contentos estaban de ganarnos siempre. Por eso creía que mi hermano me iba a ganar también esta vez y se iba a llevar a Charo. Yo estaba convencido de que ella le quería a él hasta que fuimos a ver un local que teníamos vacío, porque queríamos montar una sala de fiestas por todo lo alto y ellos iban diciendo donde tenía que hacerse el mostrador, donde tenía que construirse un escenario, qué tipo de clientes había que buscar, a qué café de Madrid teníamos que copiar...en fin, ellos lo organizaban todo hasta que en un momento dado me preguntan a mi, yo les digo que me daba igual y entonces me miran furiosos los dos a la vez: "Tú eres el hermano mayor y tienes que tomar decisiones". No sé porqué, ahí supe que los dos me apreciaban y que Charo quería casarse conmigo.

Pero cuando estábamos en la oficina mirando los papeles con Eduardo, todavía no había pasado nada de eso y yo no podía imaginar que ella me quería a mi. Yo estaba ausente, mirándola a ella y mirando a mi hermano. Eramos tan jóvenes y ellos hacían tan buena pareja, y los dos tan espabilados. Yo ni me enteré, porque yo ese día no me enteraba de nada, pero J.J se dio cuenta enseguida: "¿Qué es esto?" Era una escritura. Charo puso cara de ver aquello por primera vez.

- Es una escritura, dijo Eduardo.
- ¿Y desde cuando tenemos un piso en Gran Vía?, preguntó mi hermano.

Pues teníamos un piso en la Gran Vía de Bilbao y teníamos muchas ganas de ir a verlo. Eduardo sabía algo, mi hermano leía en diagonal y aparecían por allí trescientos metros cuadrados de piso y lo ponía todo bien claro. Un señor piso, y era todo nuestro.

- En esa casa vive una mujer, dijo Eduardo nervioso, una mujer mayor.

Nadie quiso decir nada en ese momento. Cuando pasaron unos días, J.J me dijo que debíamos ir los dos y fuimos los dos. Era lo normal. Mi hermano ha tomado siempre la iniciativa, es más guapo que yo y más despierto, él iba por delante, abría las puertas y pulsó el botón del ascensor. Cuando íbamos subiendo, murmuró entre dientes, porque mi hermano ha sido siempre muy ocurrente.

-Tercer misterio. Los hijos de Julio Cesar Amieva visitan a la querida de su padre. Hay que joderse.

6 comentarios:

  1. Otro hilo en el magnífico tapiz, otro color y otro recuerdo, nuevas historias dentro de la historia...

    Don Uncle, me maravilla.

    ResponderEliminar
  2. A mí también me ha gustado mucho

    ResponderEliminar
  3. Está escribiendo una novela muy interesante.

    Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  4. parecera una tonteria pero el tercer párrafo me ha recordado a Saramago...me gusta como escribe usted condenado franquista.
    (espero que no se tome a mal las dos últimas palabras, intento ser gracioso)

    ResponderEliminar
  5. Hola Chippewa.

    Ya sé que por Niemand no me pillas, pero no importa. Te sigo por aquí y por allá, aunque más por allá que por aquí.

    Aquí hay alguien que me conoce como Niemand, pero seguro que me sabe guardar el secreto.

    Enhorabuena por tu blog. Hace días que te lo quería decir, pero ahora me alegro de haberme retrasado. Cuanto más lo leo, más me gusta.

    Seguro que algún día me descubres. ;-)

    ResponderEliminar
  6. No exageren, que ya vendrán cosas peores.

    Don Niemand, cuanto misterio.

    ResponderEliminar