Contador web

sábado, 23 de mayo de 2009

JAVIER ERCILLA CUENTA A SU PUPILO, EX-ALUMNO, SOCIO Y AMIGO F. J AMIEVA ALGUNOS PORMENORES DE LA ÚLTIMA TENIDA, MIENTRAS F. J NAVEGA POR INTERNET.

El caso es que no lo encuentran, y no veas qué preocupación tienen algunos: no encuentran al padre fundador de la secta y no lo encuentran porque llevan años sin hacerle ni caso y ahora se han dado cuenta de que ha desaparecido. En realidad no le han hecho caso nunca y nunca ha pintado lo más mínimo, pero fue el que dió a la tecla que puso en marcha el invento y ahora resulta que nadie sabe donde está, ni si está muerto o si está vivo. Menudo fuste.

Estuvieron hablando algunos que lo conocen y tuvieron algún trato con él, dicen que era un hombre bastante raro, que estaba algo tocado, incluso. Suponen que era ingeniero de Iberduero y estaba convencido de que le iban a poner a dirigir Lemóniz. Eso es lo que dicen. También estaba muy metido en política, por lo visto. Alguno de la cuadrilla andaba de acá para allá con los huesos de Sabino metidos en un saco de Yute y el resto acompañaba a la procesión como si fuesen las reliquias de San Amaro. Gente bastante convencida. El secuestro de Ryan le resquebrajó las convicciones y al parecer, agravó su precaria salud mental. Al principio creyó que aquello era un error y en cualquier caso, él se encargaría de resolver el asunto, porque él conocía a mucha gente influyente.

Habló con unos y con otros, estuvo hablando hasta con los secuestradores, según parece y comprobó algo terrible: vio con total claridad que su influencia era nula, que era un don nadie en las altas esferas de la Política, la Empresa, la Universidad, la Banca y la Prensa. El hecho de comprobar que era un hombre irrelevante fue un golpe tremendo para su autoestima, se vió sumido en una profunda depresión y abandonó el Bachoqui de Deusto haciendo una pintada con un rotulador en el vater: "Me marcho de aquí, porque el único referéndum que me interesa es uno donde pueda votar SI a Lemóniz". También dejó el trabajo, era rico de familia y no tenía hijos, no necesitaba ir a una oficina donde le hacían el vacío desde que había propuesto una respuesta a los terroristas que sus superiores calificaron de "extravagante", "ilegal" y "poco adecuada". Estaba muy alterado.

No se ponen de acuerdo en si su mujer lo dejó. Unos decían que sí, pero otro aseguraba que de vez en cuando le pasaba una bandeja con comida por una gatera que un carpintero de Zalla había hecho en la puerta de su habitación, donde se recluyó para leer una literatura infame, que devoraba de forma compulsiva: historias de templarios y rosacruces, sociedades secretas que movían el mundo desde el tiempo de los fenicios, organizaciones fraternales de diversa índole, colegiadas y sin colegiar. Trató de convencer a algunos compañeros del Colegio y de la Facultad para organizar algún tinglado al servicio de la comunidad, pero las respuestas que recibió no pudieron ser más frias. Por lo visto, no era un hombre muy popular, ni con capacidad de liderazgo.

Lejos de rendirse, siguió profundizando en su obsesión y una mañana amaneció afeitado y con un traje impoluto, caminó con paso firme y decidido desde su domicilio en Jon Arróspide hasta el barrio de Zurbaran -dos o tres kilómetros- y pasó la mañana preguntando a ver donde se encontraba, exactamente, el caserío de Larrazábal. Repitió la experiencia varios días y le tuvieron dando vueltas entre Begoña y Santuchu hasta que le aseguraron, sin ninguna duda, que el caserío Larrazábal, con su sidrería, se encontraba justo donde habían construido cuatro bloques de pisos que habían cambiado, definitivamente, el paisaje. A partir de ese momento se le vio charlando amigablemente con los vecinos, preguntaba por las lonjas vacías y nadie notó nada raro en aquel hombre de modales correctísimos. Estaba buscando un local para hacer un choco.

12 comentarios:

  1. ...donde la ficción se confunde con la realidad...

    ResponderEliminar
  2. Probablemente sí estúviera muerto. Sobre todo si hay más de una manera.

    ResponderEliminar
  3. ¿Ya saben Vds. qué es un choco? o txoco.

    En Cataluña creo que les suena a chocolate.

    ResponderEliminar
  4. ¿un restaurante o una taberna o una casa de comidas o algo así?

    ResponderEliminar
  5. Uncle, déle cuerda al reloj. Hora zulú.

    ResponderEliminar
  6. Nemo.

    Si supiera hacer esas cosas estaría trabajando en alguna multinacional y llevándome una pasta.

    ResponderEliminar
  7. MGA.

    Un Txoco es un local gastronómico y de ocio donde se juntan los amigos, la cuadrilla o las cuadrillas. Suelen ser cosa de hombres, las mujeres rara vez van. A veces lo tienen prohibido, aunque esto ha cambiado algo.

    Ser miembro de un txoco es como ser miembro de una cofradía, de un club, de una sociedad importante. La gente habla del "txoco" como si fuese algo sagrado. Es un elemento que afecta enormemente a la identidad de las personas.

    ResponderEliminar
  8. Don Uncle,

    Sí, es verdad. Luego estuve pensando en ello y me acordé de las cosas que me contaba mi amigo Luis, de Bilbao, sobre la vida allí. El choco era como un club inglés, pero a lo bestia tragona.

    Bueno, no es por ofender. Es la impresi´n que me causó en su día.

    ResponderEliminar
  9. Pues hay un restaurante en Madrid que se llama Txoco al que voy con cierta frecuencia porque ahí nos reunimos la asociación profesional a la que pertenezco. Será por la perversión capitalina pero ahí entramos hombres y mujeres por igual :)

    ResponderEliminar